Entender la diferencia entre un inmueble urbano y uno rústico es fundamental a la hora de realizar tu declaración de la renta.

Ambos tipos de propiedad tienen características y tratamientos fiscales distintos que debes conocer.

Se refieren a las propiedades ubicadas dentro de un casco urbano, como viviendas, apartamentos, locales comerciales y oficinas. Estas propiedades suelen tener acceso a servicios básicos como agua, electricidad y alcantarillado. En términos fiscales, los inmuebles urbanos están sujetos a un Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) que puede ser más elevado debido a su ubicación y facilidades urbanas.

Para los inmuebles urbanos, debes declarar cualquier ingreso derivado de ellos, como alquileres o actividades comerciales. Además, si vendes un inmueble urbano, deberás considerar la ganancia o pérdida patrimonial, que se calcula como la diferencia entre el valor de venta y el valor de adquisición, ajustado por gastos y mejoras.

Son aquellos situados fuera de los límites urbanos, incluyendo terrenos agrícolas, forestales o parcelas sin edificar. Estas propiedades suelen estar dedicadas a actividades agrícolas, ganaderas, forestales o similares. El IBI de los inmuebles rústicos generalmente es menor, reflejando su menor acceso a servicios y su uso primordialmente agrícola o natural.

En el caso de los inmuebles rústicos, los ingresos generados por actividades agrícolas, ganaderas o forestales también deben ser declarados. Sin embargo, estos ingresos pueden beneficiarse de ciertas reducciones fiscales dependiendo de la naturaleza y el volumen de la actividad. Las ventas de estos inmuebles también generan ganancias o pérdidas patrimoniales, pero las condiciones y exenciones pueden variar significativamente en comparación con los inmuebles urbanos.